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Encuentro Argentino en ocasión del Parlamento Internacional por la Tolerancia y la Paz: Palabras de Mons. Carlos Malfa

Palabras de Monseñor Carlos. H. Malfa

 

Señor Presidente:

 

La mayoría de las personas desean la paz. El mundo anhela la paz. Y si bien la Paz es un don de Dios que tenemos que pedir en la oración confiada, también es al mismo tiempo una tarea cotidiana en la que tenemos que empeñarnos las personas, los pueblos, las naciones, la humanidad. La paz es una construcción colectiva en la que todos debemos aportar. Esencial la participación de la mujer, los pobres y los jóvenes.

La cultura del encuentro que nos propone el Papa Francisco es un camino hacia una Paz estable y duradera.  Hablar de cultura significa que ha calado hondo en las entrañas del pueblo, que penetra en las relaciones, en los vínculos, en las decisiones, que se hace estilo de vida. Se convierte en identidad del colectivo. Y hablar de cultura del encuentro es hablar de una cultura que construye la paz porque reconoce al otro y abraza la diversidad.

 

Lo hace desde el reconocimiento del valor del otro. Se trata de reconocer la dignidad intrínseca de cada persona, única e irrepetible, con sus talentos, con sus posibilidades y con sus limitaciones. El otro aporta su valor, su ser, a la riqueza de este mundo que hacemos viviendo juntos. No hay paz sin reconocimiento del prójimo. Cuando entendemos que el otro enriquece a la sociedad en la que vivimos entonces nadie es descartable y  vivir en paz es el único camino de honrar el valor de toda persona humana.

 

Como nos dice el Papa Francisco:

Y esto nos hará lograr esa cultura del encuentro que supera todas esas culturas del descarte que hoy en el mundo se ofrecen en todas partes. Una cultura del encuentro donde cada uno tenga su lugar, que todo el mundo pueda vivir con dignidad y que se pueda expresar pacíficamente sin ser insultado o condenado, o agredido o descartado. Esa cultura del encuentro que todos tenemos que ir buscando, con la oración y la buena voluntad.” (Mensaje del Papa Francisco al pueblo argentino 30-09-2016).

 

Y el Papa no supone que esa cultura del encuentro, que la paz misma, sea un mero irenismo dónde cada uno vive en un solipsismo egocéntrico incapaz de comprometerse con el hermano. Al contrario exige el esfuerzo de una voluntad que busca activamente que nadie sea vulnerado en sus derechos, ni agredido por sus diferencias. No solo supone que no lastimamos al prójimo sino que salimos a su encuentro, especialmente de los heridos para restaurarlos, para decirles que sus vidas valen en nuestra sociedad.

 

Se trata de respetar la vida, de no excluir a nadie, de integrar a los que son diferentes, de reconocer a quienes piensan distinto, sabiendo que todos tienen algo que aportar que no puede perderse.

La paz se construye como los puentes. Cada uno sale de su orilla, de lo que es y no deja de ser, pero alcanza la otra orilla, hace pie junto al otro. Lo comprende y lo abraza.

Se trata de trabajar juntos solidariamente, por la justicia, por el cuidado de los más débiles, para que cada uno encuentre su lugar y juntos aportemos al bien común como bien de todo el hombre y de todos los hombres, generando procesos de integración de los más olvidados y del cuidado de nuestra Casa Común.

Se trata de dialogar para levantar puentes y no muros, para caminar con hechos concretos hacia “una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones” para  generar procesos de encuentro.

“La paz social no puede entenderse como un irenismo o como una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre los otros. También sería una falsa paz aquella que sirva como excusa para justificar una organización social que silencie o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden. Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios.

Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz profética”. (EG 218)

La experiencia de las iglesias y los diversos credos en Argentina es un ejemplo de trabajo por la paz. Respetando las diferencias hemos sabido encontrarnos en un dialogo ecuménico e interreligioso respetuoso que ha reivindicado siempre el valor de la vida y de cada persona. Hemos generado un ámbito de paz en el que la preocupación por el otro como hermano nos ha unido, poniendo en el centro a los más vulnerables.

 

Nosotros vivimos en una época sujeta a la «globalización del paradigma tecnocrático» (Laudato si', 106), que conscientemente apunta a la uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las diferencias y tradiciones en una búsqueda superficial de la unidad. Las religiones tienen, pues, el derecho y el deber de dejar claro que es posible construir una sociedad en la que «un sano pluralismo que, de verdad respete a los diferentes y los valore como tales» (Evangelii gaudium, 255), es un aliado valioso «en el empeño por la defensa de la dignidad humana... y un camino de paz para nuestro mundo tan herido» (ibíd., 257) por las guerras.” (19) (Papa Francisco en Filadelfia).

 

Muchas gracias.

Mons. Carlos H. Malfa

Obispo de Chascomús y Secretario General de la Conferencia Episcopal Argentina

Oficina de Prensa y Comunicación

Conferencia Episcopal Argentina

Documentos disponibles:
Discurso-M.-Malfa-.-Parlamento-Internacional-por-la-Tolerancia-y-la-Paz-270619.pdf





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