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Encuentro con los voluntarios de la JMJ

Estadio Rommel Fernández

Panamá – 27.01.2019 – 16.30 hrs.

Discurso del Santo Padre Francisco

Queridos voluntarios:

 

Antes de finalizar esta Jornada Mundial de la Juventud, quise encontrarme con todos ustedes para agradecerles a cada uno el servicio que han realizado durante estos días y en los últimos meses que precedieron a la Jornada.

 

Gracias a Bartosz, Stella Maris del Carmen y Maria Margarida por compartir sus experiencias en primera persona. Qué importante es escucharlos y darnos cuenta de la comunión que se genera cuando nos unimos para servir a los demás. Experimentamos cómo la fe adquiere un sabor y una fuerza completamente nueva: se vuelve más viva, dinámica y real. Se experimenta una alegría diferente por haber tenido la oportunidad de trabajar codo a codo con otros para lograr un sueño común. Sé que todos ustedes han experimentado esto.

 

Ustedes ahora saben cómo palpita el corazón cuando se vive una misión, y no porque alguien se los contó, sino porque lo vivieron. Tocaron con su propia vida que «no hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn 15,13).

 

Y también han tenido que vivir momentos duros que les exigió algún que otro sacrificio. Como nos decías, Bartosz, uno también experimenta las propias debilidades. Lo bueno es que estas debilidades no te detuvieron en tu entrega ni se volvieron lo central y más importante. Las experimentaste en el servicio, sí; intentando entender y servir a los otros voluntarios y peregrinos, sí; pero tuviste la valentía de que esto no te frenara, no te paralizara, seguiste adelante. Así es la belleza de sabernos enviados, la alegría de saber que por encima de todos los inconvenientes tenemos una misión que llevar adelante. No dejar que las limitaciones, debilidades e incluso pecados nos frenen e impidan vivir la misión, porque Dios nos invita a hacer lo que podamos y a pedir lo que no podemos, sabiendo que su amor nos va tomando y transformando de manera progresiva (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 49-50). Pusiste el servicio y la misión en primer lugar, el resto vas a ver que vendrá por añadidura.

 

Gracias a todos, porque en estos días han estado atentos y pendientes hasta de los más pequeños, cotidianos y aparentemente insignificantes detalles, como ofrecer un vaso de agua, y ?a la vez? atendieron las cosas más grandes que requerían de mucha planificación. Han preparado cada detalle con alegría, creatividad y compromiso, y con mucha oración. Porque las cosas rezadas se sienten con hondura. La oración le da espesura y vitalidad a todo lo que hacemos. Rezando descubrimos que somos parte de una familia más grande de lo que podemos ver e imaginar. Rezando le “abrimos la jugada” a la Iglesia que nos sostiene y acompaña desde el cielo, a los santos y santas que nos han marcado el camino, pero sobre todo “le abrimos la jugada” a Dios.

 

Ustedes han querido dedicar su tiempo, energía, recursos, a soñar y armar este encuentro. Podrían perfectamente haber optado por otras cosas, pero quisieron comprometerse. Dar lo mejor de sí para hacer posible el milagro de la multiplicación no solo de los panes sino de la esperanza. Aquí, una vez más, demuestran que es posible renunciar a los propios intereses en favor de los demás. Como también lo hiciste tú, Stella Maris, que habías juntado pesito a pesito para poder participar en la JMJ en Cracovia, pero renunciaste a ir para cubrir el sufragio de tus tres abuelos. Renunciaste a participar en algo que te gustaba y que habías soñado para poder ayudar y acompañar a tu familia, para honrar tus raíces; y el Señor, sin tú esperarlo ni pensarlo, te estaba preparando el regalo de que la JMJ vendría a tu tierra. Como Stella Maris, muchos de ustedes también realizaron renuncias de todo tipo. Han tenido que postergar sueños para cuidar su tierra, sus raíces. Eso siempre el Señor lo bendice, y no se deja ganar en generosidad. Cada vez que postergamos algo que nos gusta por el bien de otros y especialmente de los más frágiles, o de nuestras raíces como son nuestros abuelos y ancianos, el Señor nos lo devuelve ciento por uno. Porque en generosidad nadie le puede ganar, en amor nadie lo puede superar. Amigos: den y se les dará, y experimentarán cómo el Señor «les volcará sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante» (Lc 6,38).

 

Han tenido una experiencia de fe más viva, más real; han vivido la fuerza que nace de la oración y la novedad de una alegría diferente fruto del trabajo codo a codo incluso con personas que no conocían. Ahora llega el momento del envío: vayan y cuenten, vayan y testimonien, vayan y contagien lo que han visto y oído. Todo esto queridos amigos dénlo a conocer. No con muchas palabras sino, como lo hicieron aquí, con gestos simples y cotidianos, esos que transforman y hacen nuevas todas las horas.

 

Pidámosle al Señor su bendición. Que bendiga a sus familias y comunidades y a todas las personas con las que se vayan a encontrar y cruzar en el futuro próximo. Pongámonos también bajo el manto de la Virgen Santa. Que ella los acompañe siempre. Y como les dije en Cracovia, yo no sé si en la próxima JMJ estaré, pero Pedro seguro estará y los confirmará en la fe. Sigan adelante, con coraje y valentía y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.

 

Francisco


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