Imagen del contenido 114° Asamblea Plenaria (6-11 de noviembre): Homilía de apertura

114° Asamblea Plenaria (6-11 de noviembre): Homilía de apertura

Queridos hermanos: 

Con la celebración de esta Eucaristía iniciamos nuestra 114° Asamblea Plenaria, que es una Asamblea Electiva. Vamos a vivir un momento importante en la vida de la Conferencia Episcopal, en el marco de nuestro afecto colegial y comunión eclesial. Es un momento de oración y de reflexión, de discernimiento y de decisiones que hacen a nuestro deber episcopal. Nuestra elección es un acto de libertad y de responsabilidad creativa en la búsqueda del bien pastoral de la Iglesia. Somos conscientes de nuestra fragilidad y límites, pero sabemos que contamos con la promesa de la asistencia del Espíritu Santo a quien invocamos con la confianza de la fe. 

No está ausente la presencia de María Santísima, Madre de la Iglesia, que siempre nos acompaña, como acompañó a los Apóstoles. Contamos, además, con la oración de muchos fieles, religiosas y laicos que viven este momento con cercanía espiritual y amor a la Iglesia. No estamos solos, pero sabemos que nos cabe una responsabilidad personal sea para elegir como en ser elegidos al servicio de la misión de la Iglesia. Que el Señor nos conceda los dones de su Espíritu para vivir y asumir este momento de particular trascendencia en la vida y el camino pastoral de nuestra Conferencia Episcopal.

En el evangelio que acabamos de proclamar Jesús nos dice: “cuando des un banquete, invita a los pobres,..…porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos” (Lc. 14, 12-14). Jesús nos habla de algo  central en la vida cristiana, de la gratuidad, de dar sin esperar recompensa, de superar la lógica del doy para que me des, de dar un primer paso hacia quien lo necesita, de quebrar ese círculo cerrado de las relaciones basadas en la búsqueda del sólo provecho personal que termina aislándonos, para abrirnos, en cambio, a esa dimensión nueva donde el otro, el que me necesita, es una persona que con su presencia, muchas veces silenciosa, da sentido pleno a nuestra vida. El evangelio es gratuidad.

En este “invita a los pobres” vemos esa constante del evangelio donde ellos son los “preferidos del Señor”. Se trata de una preferencia que es expresión de un amor creador y redentor, que busca cuidar, sanar y elevar la dignidad de todo hombre, especialmente del que sufre, del necesitado. La evangelización, el predicar y testimoniar a Jesucristo es, por ello, el mayor acto de caridad con el que  expresamos nuestra fe. La cercanía con el pobre es un claro testimonio de fidelidad al evangelio de Jesucristo, que nace de esa mirada de fe: “que descubre el rostro del Señor en aquellos hermanos nuestros con quienes Él se ha identificado y desde quienes Él nos interpela” (L.P.N.E 27). La presencia y la vida del pobre es un llamado de Jesucristo que nos habla y orienta a la conversión personal y pastoral en la vida de la Iglesia. 

Esta palabra del Señor “invita a los pobres” nos ayuda a disponernos a vivir la 1° Jornada Mundial de los Pobres que Francisco ha instituido y nos invita a celebrarla como fruto del año de la Misericordia. Lo hace recordando al beato Pablo VI cuando afirmaba: “los pobres pertenecen a la Iglesia por derecho propio”, y la obligan a la opción fundamental por ellos. En el mismo sentido, retomando la reflexión que hiciera Benedicto XVI, Aparecida nos habla de la opción por los pobres como una “página implícita de la cristología” (392). Es la riqueza de este camino teológico pastoral que Francisco ha asumido y lo ha querido añadir a las: Jornadas mundiales establecidas por sus predecesores.  Francisco nos habla de reaccionar ante una “cultura del descarte y el derroche”, que nos “disponga a compartir con los pobres cualquier acción de solidaridad, como signo de encuentro y de fraternidad”. Esto nos abre todo un programa de acción pastoral.

El lema tomado de san Juan se refiere a esa actitud que nace de la fe en Jesucristo: “No amemos de palabras sino con obras” (1 Jn. 3, 18). Vemos un llamado a iluminar nuestras vidas y acciones pastorales desde la vida y opciones de Jesús. Como toda Jornada Mundial está dirigida en primer lugar a la Iglesia, pero es una invitación a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a mantener: “la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad”. Es un Mensaje profundamente evangélico, ecuménico y social porque parte de la fe en un Dios que es Padre y Creador, pero también desde Jesucristo que: “que por su encarnación, está unido de algún modo a cada ser humano”.

Queridos hermanos, en esta Asamblea termina mi servicio a la Conferencia Episcopal desde la presidencia. Solo me queda dar gracias a Dios y a ustedes, en quienes he encontrado comprensión, colaboración y caridad para acompañarme. Destaco el trabajo de todas las personas de la Secretaria General a quienes mucho les debo. Que el Señor supla con su misericordia, y ustedes sepan disculpar, aquello en lo que no he respondido plenamente. Que María Santísima, nuestra Madre de Lujan, nos siga acompañando con su maternal presencia.


+ José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina



Galería de fotos